Meditaciones para el “octubre misionero”. Domund23

Meditaciones para el “octubre misionero”. Domund23

Meditaciones para el “octubre misionero”. Domund23

de MISSIONS BARCELONA OMP

Domingo 1 octubre 2023 XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A Santa Teresa del Niño Jesús, Virgen y Doctora de la Iglesia Ez 18,25-28; Sal 23; Fil 2,1-11; Mt 21,28-32

Comenzamos el mes de octubre, tradicionalmente conocido en la Iglesia como el mes misionero, y que orienta nuestro pensamiento hacia Jesús, el Salvador del mundo. Buscar a todo ser humano, incluso al más perdido, al más sordo, al que se cierra a la acción del Espíritu Santo es propio de la voluntad de Dios. En el evangelio de hoy, el propio Señor Jesús llama la atención sobre el cumplimiento de la voluntad de Dios y la lucha contra uno mismo. No es fácil escuchar la voz de Dios experimentada por los profetas. La lucha por la propia santidad es cosa de grandes personas, como Teresa del Niño Jesús, Pablo Manna o Paulina María Jaricot. Hoy, todos necesitamos de una fe fuerte en el Salvador y redescubrir el compromiso por la misión. No hay tiempo para reflexiones teóricas o debates sobre la reforma de algo sobre lo que no tenemos ninguna influencia. Podemos decir a Dios: creo en ti, ocúpate del resto. Dios espera nuestra decisión, poniéndose del lado de la vida. A menudo somos nosotros mismos los que frenamos el entusiasmo de los demás, los que criticamos las decisiones de los superiores eclesiásticos, los que nos asustamos cuando miramos a los jóvenes alejados de la Iglesia o pensamos en la falta de vocaciones. Intentemos transformar estos pensamientos en una actividad evangelizadora, lo que implica, en primer lugar, escuchar la voz de Dios que habla constantemente. Escuchemos, busquemos a Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Dónde puedo escucharlo? Dios nos invita a ser sus testigos hasta los confines de la tierra. Esto lo podemos realizar en nuestra vida, también con nuestra familia.

Lunes 2 octubre 2023 XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A Ángeles Custodios Zc 8,1-8; Sal 101; Lc 9,46-50

Es muy natural querer ser los primeros; al fin y al cabo, desde la infancia siempre hemos soñado con ganar una competencia o conseguir los mejores resultados en la escuela. Esto nos coloca en una cierta posición y nos da esperanzas en las victorias posteriores. Hoy, en el Evangelio, los discípulos intentaban soñar despiertos y sus pensamientos fueron más allá de los pensamientos de Jesús. La grandeza del mundo no es la grandeza del Reino de Dios, porque Cristo no es de este mundo. Como ejemplo, el Mesías muestra un niño pequeño y lo coloca a su lado. Los discípulos estaban lejos con el corazón y con la mente. No estaban cerca de su Maestro. Los que se dedican a la labor misionera corren el riesgo de cometer un error similar. Puedes inventar nuevos proyectos, conseguir mucho dinero, construir iglesias, pero perder tu cercanía al Mesías. La grandeza de un apóstol se reconoce por su cercanía a Cristo. El título del evangelio de hoy podría ser “disputa de prioridades”. La disputa estará en nuestros corazones, sólo que debería atender la primacía de Dios. Todo lo que hacemos cada día, en casa, en la iglesia, en el trabajo, nos plantea una pregunta: ¿es Cristo lo primero? Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, vivió encerrada en un convento de clausura abriendo su corazón y su oración a los cinco continentes. Santa Teresa decía: “Nunca he oído su voz, pero puedo sentir que Cristo está en mí en todo momento, me guía y me inspira sobre lo que debo decir o hacer. Escucha la voz de Dios y descubrirás quién eres, lo grande que eres a sus ojos.

Martes 3 octubre 2023 XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A Zc 8,20-23; Sal 86; Lc 9,51-56

La cerrazón de la ciudad hacia Jesús es un signo especial que acompaña al anuncio de la Buena Noticia. El camino de Jesús a Jerusalén es el cumplimiento de la voluntad de Dios Padre. Aún hoy, la predicación del Evangelio se enfrenta a adversidades políticas, culturales y económicas, pero el mayor obstáculo es la cerrazón del corazón humano. La buena noticia del Mesías no se refiere a los trastornos culturales ni a la creación de un nuevo orden sociopolítico, el Salvador viene más bien a convertir el corazón humano. Esto es un reto. En el mes de octubre, que tradicionalmente sirve para descubrir la vocación misionera de todos los bautizados, también encontramos muchas dificultades y palabras que desaniman y hieren. ¿Por qué ir a la misión? Hay pocos sacerdotes, mejor que se queden entre nosotros, ¿por qué enviarlos a lugares peligrosos? Estas son palabras del Beato Paolo Manna, fundador de la Pontificia Unión Misional (PUM) y patrono de la cooperación misionera: «El mundo está cansado, desanimado y perdido. Necesita luz, necesita paz, necesita orientación. Necesitamos fe, necesitamos una cruzada universal de oraciones fervientes, necesitamos generosidad, interés y un gran corazón. Hay que responder a esta situación con la colaboración inteligente y constante de los obispos, los sacerdotes y todos los bautizados». Sólo Dios puede abrir e iluminar los corazones cerrados de los hombres y las mujeres. Por lo tanto, la primera tarea de la evangelización es la oración, unida a la ofrenda de sacrificios y sufrimientos para el crecimiento de las misiones. No olvidemos esto en este momento particular; estás bautizado, por lo tanto, eres un testigo del evangelio de Jesucristo.

Miércoles 4 octubre 2023 San Francisco de Asís Ne 2,1-8; Sal 136; Lc 9,57-62 (Lecturas del día) Gal 6,14-18; Sal 15; Mt 11,25-30 (Lecturas para la Fiesta)

«El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Evangelii Gaudium, n. 266). Un verdadero discípulo para nosotros es el Santo Padre, que predica el Evangelio con todo su ser. Hoy el mundo escucha a estos testigos: personas decididas a seguir a Jesús. El evangelio de hoy muestra varias actitudes de diferentes personas que tienen buenos deseos, reconocen la presencia del Mesías, pero les cuesta entrar en el camino de la perfección, el camino de Jesús. Siempre podemos basarnos en nuestro pasado, en la riqueza de la experiencia que hemos adquirido, esto es especialmente necesario en la labor de la nueva evangelización. No debemos tener miedo de utilizar nuestros talentos que podemos “bautizar”, es decir, darles el nombre de Dios. Esto es lo que hicieron los grandes santos, por ejemplo, el patrón de la fiesta de hoy, San Francisco de Asís, le gustaba decir a sus hermanos: “No vale la pena ir a predicar la Buena Noticia si tu único camino no es la Buena Noticia”. Estar cerca de Jesús es la meta del viaje, Cristo mismo nos ayuda en nuestra vida diaria. Un buen evangelizador no puede dividir el tiempo de su vida en trabajo, escuela, monasterio, matrimonio y evangelización. Todo lo que hacemos, todo lo que ofrecemos con nuestros gestos y nuestras palabras puede ser una Buena Noticia. En el camino del seguimiento de Jesús, como en el evangelio de hoy, puede haber nostalgia, entusiasmo ardiente, cansancio y deseo de volver a la vida de antes. Entonces vale la pena repetir las confiadas palabras de San Francisco de Asís (Lodi di Dio Altissimo [FF 261]): Tú eres nuestra Esperanza, tú eres nuestra Fe. Tú eres Caridad, tú eres nuestra Dulzura. Tú eres nuestra Vida eterna, grande y admirable Señor, Dios Omnipotente, misericordioso Salvador”.

Jueves 5 octubre 2023 XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A Santa Faustina Kowalska, Apóstol de la Misericordia Ne 8,1-4.5-6.7-12; Sal 18; Lc 10,1-12

«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». La predicación de la Buena Nueva requiere la participación humana, pero no hay que olvidar que ante Dios sólo somos mendigos. Hay muchos corazones esperando el Evangelio, por lo que también debe haber muchos corazones rezando. Dios nos enseña a confiar y lo confirma con las señales del Cielo que indican que esta es su mies, y estos son sus obreros. Si leemos con atención el evangelio de hoy, nos daremos cuenta de que el plan fue preparado por el propio Jesús, que envió a los elegidos, los custodió y los dotó de todo lo necesario para la evangelización. Nuestra actitud debe ser de constante agradecimiento, porque el Mesías nos invita a todos los bautizados a ir a predicar. En la tradición, el envío de dos en dos es una imagen de una combinación de acción y oración, un símbolo de predicación y silencio. Un discípulo “abre” la boca a la gente que encuentra, mientras que el otro “abre” su corazón a la voz de Dios. En la cooperación misionera, necesitamos las dos alas de la evangelización, es decir, la acción y la oración. Por eso, en el mes misionero, mostramos actividad y creatividad en la difusión de la Buena Noticia y, por otro lado, también sentimos la necesidad de orar y sumergirnos en la Palabra de Dios. La evangelización es una cuestión de fe, por lo que la fe debe ser fuerte para llevar a Jesús al mundo. Esto es lo que dijo B. Paolo Manna, fundador de PUM: “El espíritu de fe en vuestra santa vocación significa una convicción viva, profunda y constante de que el Señor os ha confiado una tarea de cuyo cumplimiento depende vuestra santificación y la de muchas almas.

Viernes 6 octubre 2023 XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Bruno, Sacerdote y monje Bar 1,15-22; Sal 78; Lc 10,13-16

Hoy escuchamos palabras muy difíciles en el Evangelio. Cristo no maldice estas ciudades, son las personas que las habitan las que se excluyen de la Buena Noticia. El reino de Dios es una invitación de Dios hecha con amor y respeto a la libertad humana. Nunca hay que cruzar esta frontera (de amor y libertad) con las personas que buscan a Dios. La tarea del evangelizador es señalar al Mesías del Señor y no a sí mismo. Sodoma y Gomorra, mencionadas en las enseñanzas, son ejemplos de comunidades que se enamoraron de sí mismas, creyeron en el poder de los edificios de piedra y en la fuerza del ejército. No habían escuchado la advertencia de Dios que salió de los labios de los Profetas. Por eso, un bautizado de hoy también puede ser una persona piadosa, pero seguir centrado en sí mismo. Ser verdaderamente un discípulo de Jesús es ser un discípulo misionero. Este grito puede relacionarse con el grito del Apóstol San Pablo que dice: ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! (1Cor 9,16). Hoy este grito se dirige a todo bautizado, porque hay miles de millones de personas en el mundo que no conocen el evangelio de la vida. Nuestra humilde confesión a la hora del juicio será que hemos hecho poco o nada para que Jesús sea conocido y amado en el mundo. «El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización» (Evangelii Gaudium, n. 24).

Sábado 7 octubre 2023 XXVI Semana del Tiempo Ordinario – Año A Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario Bar 4,5-12.27-29; Sal 68; Lc 10,17-24

El nombre escrito en el cielo es un signo indeleble de la gracia del Bautismo. En virtud de este sacramento, Dios nos reconoce como hijos suyos, pero también nos envía en su nombre. María, cuya memoria celebramos hoy, revela este misterio de la manera más completa. Dios la elige de antemano, le enseña a escuchar la Palabra, la envía como primer Apóstol con la Buena Noticia cuando la Inmaculada lleva a Jesús a su corazón. Y al final es reconocida como la Esposa del Espíritu Santo y como la que más ha cumplido la voluntad de Dios en la tierra como ser humano. Así decía el Beato Pablo Manna: “Aunque sólo en el cielo veremos verdaderamente la gloria de María, la admiraremos para siempre y glorificaremos su grandeza, ya aquí en la tierra, inmediatamente después de Jesús, nuestros sentimientos, nuestra piedad y nuestra confianza deben dirigirse hacia María». Hoy, la mayor alegría del discípulo-misionero, es decir, de cada uno de los bautizados, es la oportunidad de mirar a Cristo en la Eucaristía. Hoy, en el evangelio, Jesús llama a sus discípulos y les dice: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!” Quizás no siempre apreciamos la fuerza de la misa diaria, quejándonos de la monotonía y la repetición. Sin embargo, olvidamos que existe Dios y que está aquí. La actividad misionera de la Iglesia no conduce a ningún éxito, sino a un testimonio de fe cada vez más auténtico de que Dios es amor, que se nos revela en Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Ama a Jesús como la Virgen Inmaculada, y el mundo verá en ti el mayor amor que necesita hoy.

Domingo 8 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Santa Justina, virgen y mártir Is 5,1-7; Sal 79; Fil 4,6-9; Mt 21,33-43

Las personas en las relaciones suelen ser distantes y cautelosas. ¿Por qué? Porque la honestidad es muy arriesgada y peligrosa, y revelar el corazón a los demás suele ser difícil y doloroso. En la historia de la vid que recibimos hoy, Dios se revela; descubre su debilidad, que es el amor por el hombre. A través de la imagen de la construcción del viñedo, muestra con qué cuidado y precisión aborda las relaciones con las personas, cuida cada detalle de la vida humana como un amigo que establece y construye un viñedo y se esfuerza por crear el lugar perfecto para que crezca la vid. Sin embargo, a pesar de estos grandes cuidados (buen lugar, cercado, torre de defensa, poda, riego…), al final la vid no da buenos frutos. El plan de Dios para la vida del hombre es el mejor plan posible, pero a menudo es incomprensible para el hombre. Por eso, en el corazón humano suelen surgir la rebeldía, la oposición e incluso los reproches a Dios. Refiriéndonos a la Palabra de hoy, como la vid, a menudo reprochamos al agricultor: construiste una cerca y torres, es decir, quisiste limitarme, me quitaste mi libertad; podaste los sarmientos, es decir, me hiciste daño constantemente; limpiaste la viña, es decir, quitaste de mi vida lo que me apegaba, lo que estaba cerca de mí, me robaste el placer. Enviaste la lluvia cuando quería el sol, es decir, me quitaste los sueños y los deseos…. El hombre aspira a vivir como si Dios no existiera, según su propio plan de vida. Pero ¿qué ocurrirá con un viñedo si el agricultor no lo cerca, lo riega y cuida de la vid? Lo rastrillarán y lo pisotearán.

Lunes 9 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Dionisio, obispo y compañeros mártires; San Juan Leonardi, sacerdote Jn 1,1-2,1.11; De Jn; Lc 10,25-37

“Anda y haz tú lo mismo” – esta es una tarea que Jesús dejó no sólo a la persona que preguntó al Maestro “quién es mi prójimo”, sino a cada uno de nosotros. El camino de Jerusalén a Jericó, de hecho, no difiere mucho de las calles de nuestras ciudades y pueblos, ni de nuestras casas y de los pasillos de los hospitales. En estos lugares viven tantas personas, y la mitad están como “muertas”, sin ayuda ni apoyo, solas. Tan cerca de nosotros y tan lejos de nuestros corazones. A veces nos resulta difícil ser buenos con estas personas. Es mucho más fácil adoptar la actitud del sacerdote o del levita, que pasan de largo y siguen adelante. Cuántas veces justificamos nuestro corazón diciendo: “hay varias instituciones para ayudar, ¡que otros se ocupen de este hombre!” Jesús nos llama hoy a mantener los ojos abiertos a otras personas, a las que necesitan nuestro apoyo y amor. El buen samaritano no se preguntó si el hombre merecía ese destino o no. Se apiadó de él, se preocupó por él y mostró misericordia: se convirtió en un verdadero prójimo. La parábola de hoy enseña que el amor trasciende todas las diferencias étnicas, sociales y religiosas. Y que todos los hombres se merecen el amor, sin importar quién sea o qué vida haya llevado hasta ahora. Por eso Jesús repite: “Anda y haz tú lo mismo”.

Martes 10 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Jn 3,1-10; Sal 129; Lc 10,38-42

En el evangelio de hoy, Jesús visita la casa de Marta y María, no sólo como su amigo, sino sobre todo como Maestro. A partir de entonces, su casa se convierte en un lugar de proclamación y escucha de la palabra de Dios. La casa ordinaria se convierte en una pequeña iglesia, donde hay un lugar para escuchar, predicar y contemplar a Dios. Marta vivió esta visita como la de un gran invitado. María leyó en esto un profundo significado espiritual. Ambas hermanas querían mostrar el debido respeto al Maestro, pero cada una de manera diferente. Marta está tan agitada que su corazón empieza a estar inquieto y preocupado. La mayoría de nosotros experimentamos las prisas cuando estamos ocupados con diversas tareas, problemas o servicios a realizar desde la mañana hasta la noche. El beato Edmund Bojanowski repitió que “el hombre tiene una vida hermosa cuando está abierto a Dios”. La apertura a Dios es escuchar sus palabras. Esto es lo que hizo María: sentada a los pies de Jesús, escuchó lo que él decía. Al escuchar la palabra de Dios, no sólo restamos tiempo a nuestras penas, sino que también devolvemos el sentido a nuestros días. En nuestra agitada vida, a veces olvidamos la oración o no vemos lo importante que es. En cambio, es la mejor parte del día, la oración y la escucha de la palabra de Dios, que a menudo se convierte en una cura para nuestros problemas y preocupaciones diarias. Así que: ¡cambiemos nuestras prioridades en la vida!

Miércoles 11 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Juan XXIII, papa Jn 4,1-11; Sal 85; Lc 11,1-4

Padre… Papá… En la Historia del Alma de Santa Teresa de Lisieux, es difícil encontrar expresiones como “Señor” o “Gobernante del Universo”, mientras que podemos encontrar fácilmente frases suyas como las que utilizan los niños para dirigirse a sus padres. La actitud directa de esta santa patrona de las misiones, su confianza y su mirada a Dios nos muestran la verdad que Jesús nos comunica a través del Evangelio de hoy. Los apóstoles oraron repetidamente de formas conocidas por ellos, pero la oración de su Maestro tenía que ser única, diferente de cualquier otra oración que conocieran. Por eso, uno de los discípulos le pide a Jesús: “Señor, enséñanos a orar,…”, aquí se podría añadir: “…como oras tú”. A esta petición, Jesús responde: “Cuando oréis, decid: “Padre”, y luego continúa la oración que tan bien conocemos. Utiliza la palabra aramea “Abbà”, que los niños utilizan para dirigirse a sus padres. Esto es lo que distingue a la oración de nuestro Maestro. Es similar a la actitud de un niño pequeño que se dirige a su papá: habla abiertamente, con naturalidad, de forma directa y espontánea. También nos enseña esta relación y oración única, haciéndonos conscientes de que somos hijos de Dios. Así que no somos huérfanos solitarios, sino que tenemos un Padre al que podemos acudir con plena confianza, amor y certeza de que recibiremos de Él su tierna protección.

Jueves 12 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Ml 3,13-4,2; Sal 1; Lc 11,5-13

“Padre, he rezado durante muchos meses y Dios se ha llevado a mi hijo. ¿Por qué no escuchó mi oración?” Estas conversaciones son siempre difíciles, especialmente cuando hay emociones en torno a la pérdida de seres queridos. ¿Dónde podemos encontrar, en todo esto, la garantía de parte de Jesús, en el Evangelio de hoy, de que nuestras oraciones serán atendidas? San Francisco Javier escribió una vez que “el peligro más terrible es la pérdida de la confianza en Dios en medio de las mayores tragedias”. Cada una de nuestras oraciones es respondida, pero no todas nuestras ideas para la vida son las ideas de Dios. A menudo las peticiones que hacemos son más una extorsión a la voluntad de Dios que un consentimiento a la ejecución de su plan. A veces nos resulta difícil entender lo que Dios espera de nosotros o cuáles son sus planes al hacernos pasar por ciertos acontecimientos concretos en la vida. Al final, no se trata de una comprensión total de la voluntad de Dios, sino de la confianza en Él. Somos hijos de Dios y Dios, como un gran padre, nos da todo lo que necesitamos. Nos lo da según su plan, en medio de situaciones y cosas que no conseguimos entender en ese momento. Es difícil para una persona permanecer en oración, especialmente cuando la vida no va de acuerdo con sus planes y proyectos. Sin embargo, Dios, en su sabiduría, actúa y escucha a su manera, sobre todo donándose a sí mismo. Por lo tanto, en situaciones en las que sentimos que nuestras oraciones no han sido respondidas, debemos confiar en Dios y rezar para que la luz del Espíritu Santo nos haga comprender cual es la obra de Dios en el plano de nuestra salvación.

Viernes 13 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Jl 1,13-15; 2,1-2; Sal 9; Lc 11,15-26

La pequeña Teresa, cada vez que comulgaba, parafraseaba las palabras del Apóstol San Pablo en la carta a los Gálatas, diciendo: “Ya no vivo yo, sino es Jesús quien vive en mí”. Comprendió perfectamente que el corazón humano no puede permanecer vacío, que alguien debe vivir en él. Y la elección es sencilla: si Cristo, que trae la paz, no habita en él, entonces todos los espíritus malignos mencionados en el evangelio de hoy habitarán en ella, trayendo sólo caos y división interior. El sacramento de la penitencia y la reconciliación es un instrumento de la gran misericordia de Dios. No hay una hora o un minuto en el reloj en que el hombre no reciba el amor de Dios. Cada día, en muchos lugares e iglesias de todo el mundo, miles de personas salen de los confesionarios y se convierten en personas libres de pecado con un “corazón puro”. Sin embargo, es imperativo que Cristo viva en este “corazón purificado” lo antes posible. Sólo Él, como verdadero Dios, puede dar al hombre la paz interior y hacerlo verdaderamente libre. Que esta Palabra que recibimos hoy nos anime a dejar morir nuestros pecados, nuestras ataduras y nuestros apegos, para vivir finalmente una vida plena para Dios. Todo lo que se necesita para llevar a cabo esta tarea es nuestro consentimiento para que finalmente Cristo pueda habitar en nuestros corazones. ¿Estás preparado para decirle a Jesús: vive en mi corazón?

Sábado 14 octubre 2023 XXVII Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Calixto I, Papa y mártir Jl 4,12-21; Sal 96; Lc 11,27-28

“Aunque sólo en el cielo veremos verdaderamente la gloria de María, la admiraremos por siempre y alabaremos su grandeza”, escribió el beato Paolo Manna, ahora podemos admitir sin duda que es única y bendita entre todas las mujeres. Su maternidad y su confianza en la promesa de Dios la convierten en una mujer especial. El evangelio de hoy nos muestra entre la multitud a una mujer anónima que admira a Jesús alabando a su Madre. Cristo está de acuerdo con ella, pero subraya que, sobre todo, son bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Así, cada uno de nosotros puede ser como María, tan dichosa, tan feliz, es decir, tan dispuesta a recibir a Dios mismo. Sólo hace falta una cosa: escuchar la palabra de Dios y cumplirla. No es un proceso fácil. Es importante que esta Palabra no sólo se oiga, sino que se escuche, se comprenda y se viva. Estamos aprendiendo constantemente a hacer esto, y de hecho todo lo que hacemos, nuestra vida y nuestra búsqueda del paraíso, todo se centra en esto. A través del Evangelio de hoy, Jesús quiere decirnos que es posible ser bienaventurados, que su gracia actúa en nosotros para que los demás, al mirarnos, glorifiquen a Dios. Que María nos apoye en nuestros esfuerzos por escuchar y cumplir la Palabra de Dios, así como ella creyó en esa Palabra y la puso en práctica.

Domingo 15 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Santa Teresa de Jesús, Virgen y Doctora de la Iglesia Is 25,6-10; Sal 22; Fil 4,12-14.19-20; Mt 22,1-14

El Evangelio de este domingo, en pleno mes misionero, nos exhorta a invitar a la gente al banquete de bodas. El banquete de bodas es una imagen muy cercana a nosotros. La boda que sueñan y desean los novios el día de su celebración la preparan, cuidando cada detalle, para que sea un día inolvidable que recuerden toda la vida. Es un día de celebración para compartir con las personas más cercanas y queridas. La imagen de la boda está presente y se repite a menudo en la Biblia. Muchos acontecimientos de la historia de la salvación ocurren en este contexto. El profeta Oseas utiliza la imagen de una boda para describir la relación de alianza entre Dios y su pueblo, una alianza hecha por Dios, eterna y alegre que supera las crisis y las repetidas infidelidades del pueblo. Incluso los sacramentos de la vida cristiana se interpretan como la celebración de este matrimonio entre Dios y el hombre. Pero el énfasis del pasaje del Evangelio de hoy está en la invitación: «mandó a sus criados para que llamaran a los convidados», … «Volvió a mandar otros criados … Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda» Ir a invitar a la fiesta. Ser un mensajero que anuncia una invitación alegre es la tarea de cada uno de nosotros. Este envío implica llevar una invitación a la fiesta. La misión consiste básicamente en esto y exige mensajeros que lleven la buena noticia que ellos mismos viven y testimonian. Frente a una humanidad necesitada y a menudo indiferente, que con frecuencia rechaza las invitaciones hechas por el Señor, el Señor suscita mensajeros de esperanza y consoladores de los corazones, porque la fiesta como sea se tendrá y benditos serán los que asistan a ella.

Lunes 16 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Santa Eduviges, Religiosa Santa Margarita María Alacoque, Virgen Rm 1,1-7; Sal 97; Lc 11,29-32

Cuando se camina por senderos en una montaña, por zonas inaccesibles; cuando la visibilidad se reduce debido al mal tiempo repentino, se hace imprescindible ser “fiel” a las señales colocadas a lo largo del camino, para no perder la orientación y acabar en situaciones de peligro. Hay situaciones en la vida que requieren, incluso “exigen”, la presencia de signos. Incluso en el plano de la fe, de la relación con Dios, ocurre algo parecido. Ante el peligro, cuando la calamidad nos golpea, cuando las situaciones críticas nos asustan, es espontáneo invocar la ayuda de Dios: ¡Señor ayúdame! Una respuesta positiva a esta invocación confirma y refuerza la fe en Dios, de lo contrario la relación con Dios queda herida y debilitada. ¿Por qué el Señor no me escuchó? ¿Cómo pudo permitir esto? Preguntas como estas aparecen después de pedir algo al Señor y que no ha respondido. Estas quejas se describen a menudo en la Biblia como una falta de fe en Dios. Más que de peticiones, habría que hablar de exigencias. Para entender la cuestión y tratar de resolverla, hay que encontrar la correspondencia entre lo que pedimos y lo que Dios nos ofrece. De hecho, estos planos están al mismo nivel. Dios sabe lo que realmente necesitamos, mejor de lo que nosotros mismos podemos pedir. Toda gracia y don se nos da por medio de su Hijo Jesucristo, el enviado del Padre. A él dirigimos nuestra mirada, a él le pedimos toda gracia, y de él aprendemos la humildad y el servicio a ofrecer a nuestros hermanos cercanos y lejanos. Jesús es el signo que Dios nos ha dado, el más grande y cercano que podamos imaginar. ¿Qué pueblos tienen un Dios tan cercano como el nuestro?

Martes 17 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Ignacio de Antioquía, Obispo y mártir Rm 1,16-25; Sal 18; Lc 11,37-41

A menudo, en los Evangelios, encontramos descritos algunos encuentros entre Jesús y los fariseos, personas que aparentemente se mostraban irreprochables ante la Ley de Dios y sus mandamientos. De hecho, a los ojos del pueblo, los fariseos eran los que se mostraban perfectos en la observancia de la Ley, hasta el punto de que guardaban todos los mandamientos dados por Dios a Moisés incluso más escrupulosamente de lo que exigía la propia Ley. En todo esto, sin embargo, había un problema que Jesús señaló y denunció sin temor: la observancia externa de la ley. Toda la irreprochabilidad de los fariseos era, al final, una mera forma de vida exterior, para ser admirada y reverenciada por la gente que los veía como individuos sin mancha e incapaces de hacer el mal. No sólo eso, en virtud de esta aparente superioridad moral se sentían justificados para juzgar a los demás. Jesús no se anduvo con rodeos a la hora de desenmascarar a estos falsos adoradores de Dios. Una planta se reconoce por los frutos que da. También para nosotros hoy, este Evangelio nos advierte del riesgo de vivir como los fariseos, preocupándonos mucho por la apariencia de nuestra fe, tal como la observancia de algunas prácticas externas, pero sin tener a Dios en nuestro corazón. Que el Señor nos ayude a ser siempre personas sencillas que viven su fe en la caridad con el prójimo y en el amor sincero a Dios.

Miércoles 18 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Lucas, Evangelista 2Tm 4,10-17; Sal 144; Lc 10,1-9

La Iglesia es misión. El Evangelio de hoy nos ayuda a aclararlo. El Señor Jesús envía a 72 discípulos que repetirán los gestos y las palabras pronunciadas y realizadas por el propio Jesús. Este acercamiento a los demás, mediante el anuncio y los gestos concretos, representa en el fondo la acción misma de Dios, su naturaleza: Dios que sale de sí mismo al encuentro del hombre, un hombre herido y sin orientación a causa de la herida del pecado. En esta salida de Dios en busca del hombre debemos encontrar la razón de la Iglesia y su misión. La Iglesia, y cada uno de los cristianos que la componen, encuentran su sentido en dar testimonio de Dios, del Dios que Jesucristo nos ha dado a conocer y revelado. El evangelista Lucas, cuya memoria conmemoramos hoy, a través del relato evangélico y de los Hechos de los Apóstoles que escribió, nos da esta buena noticia. He aquí, pues, la tarea de la Iglesia y de todo bautizado: ser signo de esta buena noticia, en la sencillez de la vida. “Cuando te encuentras con algo bueno, lo cuentas. Y cuando te encuentras con algo verdadero, lo cuentas. Y si has comprendido que la historia de Jesús ha iluminado el camino del mundo y del hombre, dándole sentido, entonces la cuentas. No puedes prescindir de ella. Y si el encuentro con Jesús ha cambiado tu existencia dándole fuerza, dirección, sentido, entonces invitas a tus amigos a compartirlo”. (Bruno Maggioni)

Jueves 19 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Santos Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros, y compañeros mártires San Pablo de la Cruz, Sacerdote Rm 3,21-30; Sal 129; Lc 11,47-54

«¡Ay de vosotros…!» Con estas duras palabras Jesús se dirige a los que de modo obstinado son un obstáculo y se encierran en su injusticia. Ya los profetas del Antiguo Testamento utilizaron palabras fuertes denunciando la infidelidad del pueblo elegido por abandonar al Señor. La palabra profética no es tanto una predicción de lo que sucederá en el futuro, como a veces pensamos, como si todo estuviera ya predestinado. Más bien, la palabra profética es la lectura que Dios hace juzgando las obras del hombre. «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón» (Heb 4,12). Esta palabra tiene el propósito de sacudir y llamar al arrepentimiento. Ante un peligro grave e inminente, la fuerte llamada del Señor suena como una campana de alarma que pretende advertirnos para que nos pongamos a salvo. Ante estas señales que envía el Señor, hay que estar atentos. Sacudirse para volver a empezar. De esta manera, incluso una palabra fuerte de denuncia y advertencia se convierte en una palabra de salvación ofrecida a todos, especialmente para aquellos que creen no necesitarla, pero sin la cual permanecerían encerrados en su propio egoísmo.

Viernes 20 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 4,1-8; Sal 31; Lc 12,1-7

Sentir miedo es propio de la experiencia humana. Ante los peligros o las situaciones desconocidas, el ser humano reacciona sintiendo miedo. Algunas personas, para parecer fuertes y capaces de enfrentar cualquier situación, ocultan bien la emoción del miedo, pero no consiguen negarlo. ¿Quién puede decir que nunca ha sentido miedo? Por el contrario, algunos viven bloqueados por el miedo, por el miedo a equivocarse (¿y quién no se equivoca?), o por el miedo a ser juzgado. Los Evangelios nos dicen que incluso el Señor Jesús tuvo miedo, mostrándonos así su humanidad muy cercana a la nuestra. El propio Jesús nos muestra hoy a quién hay que temer: «al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la gehena». Jesús al señalarnos al diablo como la fuente de todo mal nos muestra al verdadero enemigo. El diablo con su inteligencia socava a todo hombre alejándolo lo más posible de Dios. Lo hace mezclando las cartas, haciendo que lo que es malo parezca bueno y engañándonos. Su objetivo es separarnos para siempre de Dios, empezando aquí en la tierra y continuando en la eternidad. La advertencia de hoy es importante y nos pone en guardia. A cada uno de nosotros nos corresponde tomarlo en serio, con una actitud de vigilancia, pero también de conciencia, eligiendo el verdadero bien en nuestra vida, sabiendo gracias a nuestra fe que el Señor Jesús ha vencido el mal de la manera más radical, y esta victoria suya se nos ofrece a cada uno de nosotros. Al fin y al cabo, éste es el contenido principal de la buena noticia del Evangelio.

Sábado 21 octubre 2023 XXVIII Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 4,13.16-18; Sal 104; Lc 12,8-12

Se dice que la verdadera amistad se reconoce en las dificultades de la vida. Y es igualmente cierto, que son muy pocos los que están dispuestos a mostrarse como amigos de alguien que está en dificultades. ¡Más aún cuando nuestro sufrimiento es causado por un amigo…! De esto habla el Evangelio de hoy. Ser amigos de Jesús, ser sus discípulos y misioneros, significa exponerse y anticipar que esta amistad tiene consecuencias. Profesar ser cristiano y ser misionero del Evangelio es visto a veces con respeto, a veces con admiración. Sin embargo, en otras circunstancias, estar del lado de Jesús también lo expone a uno a riesgos, como no ser comprendido ni aceptado. En algunos casos, el radicalismo significa incluso ser perseguido. Jesús dijo “si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20), así que ¡prepárate! En estas pruebas estamos llamados a ser fieles y a no desanimarnos. Debemos darlo todo, confiando en que en este esfuerzo que puede parecer sobrehumano, no estamos solos. El Señor con su gracia nos sostiene y no permite que seamos probados más allá de nuestras fuerzas. Si con nuestras oraciones nos acordamos a menudo de los que están en la prueba y en la tribulación, invocando la perseverancia en la prueba, pidamos también esta misma perseverancia para nosotros en los momentos en que las pruebas y las dificultades nos afectan, sin desanimarnos nunca, sino confiando cada vez más en el Señor y en su fuerza.

Domingo 22 octubre 2023 XXIX Domingo del Tiempo Ordinario – Año A San Juan Pablo II, Papa Jornada Mundial de las Misiones 2023 (DOMUND) Is 45,1.4-6; Sal 95; 1Ts 1,1-5b; Mt 22,15-21

En 1926, la Obra de Propagación de la Fe propuso al Papa Pío XI celebrar una jornada anual a favor de la actividad misionera de la Iglesia universal. La petición fue aceptada y se decidió que tuviera lugar cada penúltimo domingo de octubre: así comenzó la celebración anual de la Jornada Mundial de las Misiones. La cual pretende suscitar el compromiso misionero en cada bautizado, y suscitar el deseo de animación y colaboración misionera. Esto puede lograrse de dos maneras. En primer lugar, recordando que, en los confines de la tierra, en las comunidades jóvenes y pobres de la Iglesia, viven nuestros hermanos y hermanas que, sin nuestra ayuda, no pueden hacer frente por sí solos a la escasez de sacerdotes, de capillas, de iglesias, a las enfermedades y al analfabetismo. Entre ellos, “en primera línea”, sirven miles de misioneros, a los que nosotros, como “misioneros en la retaguardia”, debemos ofrecer ayuda espiritual y material, porque estos “luchan por el Evangelio” también en nuestro nombre. San Pablo nos recuerda hoy que el anuncio del Evangelio no se realiza sólo con las fuerzas humanas, sino sobre todo con la fuerza del Espíritu Santo. Aquellos que llevan a Cristo necesitan su fuerza y su guía. En segundo lugar, la Jornada Mundial de las Misiones es una oportunidad para renovar nuestra llamada bautismal a ser discípulos-misioneros, a ser aquellos que escuchan a Cristo y luego dan testimonio de él, dondequiera que Dios los coloque hoy, aquí y ahora. Esto no es fácil en el mundo actual. En tiempos de Jesús, Él mismo fue puesto a prueba con preguntas: ¿era más importante la ley secular o la fe de Israel? ¿Había que pagar impuestos al César para reconocerlo como autoridad o no? Aún hoy hay muchos que nos ponen a prueba como discípulos de Jesús, y nos preguntan: “¿Qué viene de Dios y qué no? ¿Dónde está Dios en medio del sufrimiento del mundo?” Sin embargo, el discípulo misionero, fijando los ojos en su Salvador, recuerda que sólo Dios es el Señor. Es Él quien sostiene y protege no sólo a sus seguidores, sino a todos, incluso a los que aún no le conocen. Recordemos que la Iglesia de Cristo no se limita a nuestra parroquia o país. Hagamos que nuestros hermanos y hermanas de los confines del mundo puedan disfrutar de la gracia de la fe. Apoyémosles siempre con nuestras oraciones y ofrendas.

Lunes 23 octubre 2023 XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Juan de Capestrano, Sacerdote Rm 4,20-25; Sal de Lc 1; Lc 12,13-21

El hombre que no cree en Dios quiere decidir todo por sí mismo, hasta el punto de sentirse igual a Dios y dar órdenes a su Creador. El hombre a veces intenta imponer a Dios lo que debe hacer. Como uno de los que aparecen en el pasaje del Evangelio de hoy, que le dijo a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Un hombre sin fe se olvida de Dios y de las cosas espirituales. Se centra sólo en lo mundano y en lo material. Razona sobre dónde y cómo almacenar sus bienes terrenales, olvidando que todo esto es sólo temporal, fugaz y efímero. Un hombre sin fe no está interesado en las misiones, la evangelización o la difusión del Reino de Dios. Cuanto más importantes sean las misiones para nosotros, más fuerte será nuestra fe en la presencia de Dios y en sus obras, en la historia del mundo y de la Iglesia. El interés por las misiones muestra la importancia que tienen para nosotros la muerte y resurrección de Cristo, que dio su vida por todos los hombres y mujeres para que todos le conozcan, le amen y se salven. No es casualidad que Juan Pablo II escribiera: “La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros” (Redemptoris Missio, 11) La falta de compromiso misionero demuestra nuestra ignorancia sobre lo que es espiritual y eterno. En la Semana Misionera queremos recordar constantemente nuestra vocación misionera, y a nuestros hermanos y hermanas en los confines del mundo y a los misioneros que trabajan allí. Que el ejemplo de Abraham en la primera lectura nos fortalezca para no dudar del sentido de que aquello que viene de Dios es eterno. Que nuestra fe en el amor de Dios y nuestra preocupación por que esta verdad llegue a todos los hombres sea “contada como justicia” (cf. Rm 4,22). Pidamos más fe y comprometámonos aún más en la animación y cooperación misionera.

Martes 24 octubre 2023 XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A San Antonio María Claret, Obispo Rm 5,12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lc 12,35-38

Sólo Dios puede transformar la muerte en vida. Transformó la cruz de Cristo en la alegría de la resurrección. Las lágrimas de muchos hambrientos, abandonados, enfermos y esclavos del espíritu del mal fueron transformados en serenidad, paz y en la libertad de los hijos de Dios. Hoy, San Pablo nos recuerda esta extraordinaria paradoja de la acción de Dios. Curiosamente, el Apóstol de las Gentes no nos dice que después de la resurrección de Cristo todo el sufrimiento y el pecado desaparecerían del mundo. No promete el paraíso en la tierra. Más bien, nos recuerda que, tras el amanecer del Domingo de Resurrección, el mal y la muerte ya no tienen la última palabra y nunca más la tendrán. Donde abunda el pecado, abunda la gracia. Cuanto más se extravía el hombre, más sale Dios a su encuentro. Pero Él nunca rompe la libertad de las personas y nunca las obliga a la fe. Para no perder a Dios, que sale a nuestro encuentro cada día, y recibir su gracia, debemos estar constantemente dispuestos. Cuando faltan la disponibilidad y la espera, es fácil ignorar o no reconocer los signos de la presencia y la acción de Dios. Hoy, en la liturgia de la Iglesia, conmemoramos a San Antonio María Claret, gran obispo y misionero del siglo XIX, fundador de las tres familias religiosas y padre del Concilio Vaticano I, defensor del dogma de la infalibilidad papal. Aunque es una conmemoración opcional, la persona del Padre Claret encaja perfectamente en la Semana Misionera. Este incansable predicador del Evangelio, bajo de estatura, pero grande de espíritu, solía repetir que el amor de Cristo le inflamaba y le impulsaba a llevar el fuego de la fe al mundo entero. A menudo rezaba: “Concédeme, Señor, que te conozca y que, a través de mí, te conozcan los demás, que te ame y te haga amar y servir por todos…” Siempre estaba dispuesto a escuchar a Dios y llevarlo a los demás. Que también se encienda en nosotros el deseo de llevar a Cristo a los demás con el ejemplo de vida, la oración y la colaboración misionera. Que estemos siempre preparados para el encuentro con Dios que siempre vence, que siempre tiene la última palabra y quiere concedernos las gracias, independientemente de nuestro comportamiento.

Miércoles 25 octubre 2023 XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 6,12-18; Sal 123; Lc 12,39-48

Pedro preguntó: “Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?”. A veces nos comportamos como Pedro. Escuchamos las predicaciones, los mensajes del Papa, de los obispos, del párroco. Tal vez también leamos los documentos de la Iglesia y pensemos que esas palabras no van dirigidas a nosotros, sino a otra persona. “Que se encargue otro”. “Deja que otro viva así”. De la fe, la moral y la tradición de la Iglesia sólo elegimos lo que nos conviene. Pero llegará el momento de hacer algo más. Todavía estamos a tiempo. Quizás mañana, pasado mañana o dentro de diez años. Pero la gracia de Dios siempre está ligada a un acontecimiento. El Señor Dios da la gracia “en el momento oportuno”, aquí y ahora, porque para Él siempre es AHORA. Y AHORA está esperando nuestra respuesta, nuestro compromiso y que estemos “de su lado”. A los cristianos se nos ha dado mucho: la gracia de la fe, los sacramentos, la Palabra de Dios, los mandamientos, las instrucciones claras para vivir. Por eso se nos exige tanto. Los demás que nos miran tienen todo el derecho a esperar que mostremos cómo ser CRISTIANOS, cómo se es de CRISTO. Si te bautizas, eres un “discípulo-misionero”, un testigo de Cristo, y otros te observan, te miran. De los casi ocho mil millones de personas que hay en la tierra, más de cinco mil quinientos millones aún no han experimentado esta gracia, nunca han oído hablar de Jesús, aún no han sido alcanzados por ningún misionero. Por lo tanto, los cristianos tenemos el deber de rezar, cooperar y trabajar juntos para que cada uno de nuestros hermanos y hermanas en esta tierra pueda experimentar que es querido, amado y elegido por Dios.

Jueves 26 octubre 2023 XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 6,19-23; Sal 1; Lc 12,49-53

Jesús era muy consciente de que su enseñanza no era fácil y que despertaría la oposición y el rechazo de muchos. Esto es porque el Señor Dios hace una clara distinción entre lo que viene de Él y lo que viene del espíritu maligno. No a todo el mundo le gustan los requisitos tan claros. Por eso las palabras de Jesús en el pasaje del Evangelio de hoy no parecen coincidir con la idea que tenemos de Él. ¿De qué fuego habla Jesús? El comentario de la traducción de la Biblia de Jerusalén nos ofrece dos explicaciones. El fuego es el Espíritu Santo que purifica e inflama los corazones de las personas. Es el fuego que se encendió en la cruz. Tras las anteriores divisiones de la humanidad, este fuego inició la unidad. Este fuego es capaz de purificar el oro. Cristo trajo el fuego de la enseñanza de Dios a la tierra para purificar y quemar lo que no corresponde a la voluntad del Padre y que no sirve a la humanidad. Las exigencias del Evangelio no destruyen, sino que purifican, ennoblecen y dan valor. Pero el fuego es también un símbolo de la guerra espiritual. Donde hay guerra, hay fuego. Jesús no quiere amenazarnos. Jesús nos advierte y nos prepara para esta guerra que libramos en nuestro interior contra nuestras debilidades, pecados e imperfecciones. Y también nos prepara para la guerra en la que entramos a formar parte, voluntaria o involuntariamente, cuando profesamos sincera y abiertamente nuestra fe en Cristo. No es raro que haya personas que luchen contra Cristo y la Iglesia. En muchas partes del mundo, todavía no hay libertad para profesar la propia fe, y confesar a Cristo equivale a ser encarcelado, acosado o incluso ejecutado. A veces, esta lucha también tiene lugar en nuestras cercanías inmediatas: familia, barrio, escuela, trabajo y otras. Jesús lo previó hace dos mil años. Pero siempre es su fuego el que vence, el fuego del Espíritu y de la Unidad, no el fuego beligerante de la destrucción. Especialmente ahora, en la Semana Misionera, pedimos a los cristianos que perseveren en la fidelidad, a pesar de la lucha que el mundo muchas veces emprende contra Cristo, el bien y la Iglesia.

Viernes 27 octubre 2023 XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 7,18-25a; Sal 118; Lc 12,54-59

Si alguien nos preguntara dónde, en qué signos y de qué forma está presente el Señor entre nosotros, probablemente responderíamos inmediatamente: en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Esto es ciertamente verdadero, pero no olvidemos que Dios es el Dios del tiempo y de la historia. Está presente en los acontecimientos, en las personas, en todo lo que nos rodea cada día. No es fácil reconocer los signos de esta presencia divina, y ciertamente es mucho más difícil que las previsiones meteorológicas. Esto requiere una gran humildad, apertura al Espíritu Santo y prudencia. El discernimiento de la acción de Dios en la historia y en la realidad debe hacerse siempre en la oración, junto al Espíritu Santo y, muy importante, en la Iglesia. Se necesita la confirmación del confesor, de la persona que nos acompaña en nuestra vida espiritual, de los superiores… Quien quiera decidir por sí mismo lo que es Dios y lo que no lo es, corre el riesgo de convertirse en esclavo de su propio orgullo y de caer en la trampa de ese espíritu que siempre se opone a Dios. Hoy es viernes: el día que nos hace pensar en la pasión y muerte de Jesús. Allí, en la Cruz, ocurrió el acontecimiento más importante para toda la humanidad y el mayor acontecimiento de la historia del mundo: la redención de la humanidad. Para los cristianos, la Cruz es un signo claro de este acontecimiento. San Pablo agradece hoy al Señor Dios por ello, porque sabe que solo no habría podido hacer ningún bien. Aquel viernes, cuando el sol se oscureció y las tinieblas envolvieron la tierra, pocas personas fueron capaces de interpretar estos signos. El Señor sólo revela los secretos de su Reino a las personas de corazón sencillo, a las que no complican las cosas, que no dividen a Dios en cuatro, sino que simplemente lo acogen. Pidamos corazones sencillos y humildes, que sepan reconocer los signos de la presencia de Dios cada día.

Sábado 28 octubre 2023 XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Fiesta de San Simón y Judas Tadeo, Apóstoles Ef 2,19-22; Sal 18; Lc 6,12-16

Hoy es la Fiesta de los apóstoles Simón y Judas Tadeo. Los apóstoles fueron los primeros misioneros, elegidos y enviados por Jesús. Antes de elegir a los apóstoles, Jesús rezó toda la noche. Esto podría significar que era una oración difícil. ¿Quizás había hablado toda la noche con su Padre sobre quiénes podrían ser sus apóstoles? ¿O tal vez estaba discutiendo la presencia de Judas en este grupo? Ninguno de nosotros lo sabe. Es un secreto entre el Padre y el Hijo, pero hay dos cosas que son ciertas. En primer lugar, cuanto más importantes eran las decisiones que había que tomar, más intensamente oraba Jesús. Además, Jesús no eligió a nadie tan extraordinario, a nadie de entre los ricos o los doctos, sino que eligió a personas sencillas y corrientes, con sus propios problemas e imperfecciones. Y fueron precisamente ellos los enviados por Jesús para anunciar el Evangelio, lo que los convirtió en sus más cercanos colaboradores. En sus manos confió el futuro de la Iglesia y la misión evangelizadora, y en nuestras manos también, porque hoy Dios nos llama por nuestro nombre. En cada uno de nuestros cumpleaños, Dios recuerda que el mundo no podría existir sin nosotros. La Semana Misionera está llegando a su fin, pero nuestro compromiso misionero no termina. Participemos en la animación y cooperación misionera mediante nuestro testimonio de vida, la formación personal, la difusión de información sobre la labor misionera de la Iglesia y con el apoyo material. Sobre todo, no olvidemos la oración, primer medio de cooperación misionera. (Recuerda: Jesús rezó toda la noche, antes de elegir a los Apóstoles). Apoyemos con nuestra oración a los Apóstoles de hoy, es decir, a los misioneros. Al igual que sin la piedra angular todo el edificio corre el riesgo de derrumbarse, la misión de la Iglesia (y por tanto también la nuestra) debe apoyarse en esta piedra angular, que es Cristo Jesús. Sólo “Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor” (Ef 2,21) el templo de nuestra vida personal y familiar, el templo de toda la Iglesia universal, partiendo de nuestra parroquia hasta los confines de la tierra.

Domingo 29 octubre 2023 XXX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Ex 22,20-26; Sal 17; 1Ts 1,5-10; Mt 22,34-40

Dios cuida de cada hombre y mujer. Se preocupa profundamente por todos y cada uno de nosotros. No hace daño a nadie y defiende especialmente a los más débiles y a los que carecen de algo: viudas, huérfanos, pobres, extranjeros. Ningún ser humano es indiferente para Dios. Sin embargo, es difícil creerlo cuando uno mira el mundo que nos rodea, con tanta guerra, sufrimiento, enfermedad y violencia. Algunos se preguntan: “¿Por qué Dios permite esto?”. Pero ¿es Dios quien lo permite o es el hombre quien se permite demasiado? No es culpa de Dios si los hombres no escuchan y no quieren vivir como Él pide. Dios nos ha dado los mandamientos para que podamos discernir y elegir lo que es bueno y lo que es malo para nosotros; lo que nos ayuda y lo que nos destruye. Pero durante siglos los hombres han puesto a Dios a prueba, haciendo lo que quieren, decidiendo por sí mismos cómo quieren vivir, y luego, cuando todo se desmorona y están realmente muy enfermos, piden ayuda a Dios. Es como si uno infringiera continuamente el código de circulación, condujera por el lado equivocado de la carretera y a una velocidad excesiva, pero luego culpara a los demás de tener un accidente. San Pablo alaba a los tesalonicenses por haberse convertido. Comenzaron a obedecer al Dios vivo y verdadero, y a servirle. Gracias a esta actitud lograron cosas extraordinarias. Se convirtieron en misioneros, testigos de Dios y modelos para todos los creyentes de Macedonia, Acaya y otras partes del mundo. Esta es la verdadera evangelización. Así se cumple el deber bautismal de ser discípulos-misioneros. El cristianismo consiste en escuchar con un corazón sincero a Dios y sus mandamientos, una fe tan fuerte y profunda que no necesita decir nada de Cristo, contar nada, porque los demás, al mirarnos, ven en nosotros todo el Evangelio vivo y verdadero. Escuchemos… Creamos… Intentemos ser testigos… Amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente… Amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos… En esto se contiene todo el Evangelio.

Lunes 30 octubre 2023 XXX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 8,12-17; Sal 67; Lc 13,10-17

Estamos ante el gran drama de una mujer enferma por 18 años. Su sufrimiento era doble, no sólo físico sino también espiritual. Era una esclava de un espíritu maligno, encadenada por él y encorvada. En lugar del Espíritu de Dios estaba en ella el espíritu de aquel que busca a toda costa destruir la imagen y semejanza de Dios en nosotros. Por ello, la pobre mujer no podía mantenerse erguida, no podía mirar al cielo. Se concentró en sí misma y en las cosas mundanas. La libertad sólo está en el Espíritu de Dios. Sólo Él puede liberarnos del miedo, la angustia y la depresión espiritual. Sólo el Espíritu Santo permite mirar al cielo con la alegría y la libertad de un hijo de Dios. Jesús liberó a la mujer del espíritu maligno; le devolvió su dignidad. Pero el bien que hizo no gustó a todos. Las frías normas de la Ley querían prevalecer sobre una actitud humana y natural del corazón: ayudar al prójimo. Jesús no se dejó arrastrar por la discusión. Demostró la hipocresía de sus acusadores con argumentos sencillos, y sus palabras llegaron a los murmuradores hasta provocarles vergüenza. Un discípulo-misionero es aquel que mira al cielo, se centra en Dios y no en sí mismo, y por su gracia es capaz de mostrar a la gente la verdad del evangelio de la que da testimonio a través de un discurso tranquilo. El discípulo-misionero no olvida su dignidad de hijo de Dios y procura recordarla y devolverla a los demás. Hay muchos en el mundo de hoy que son esclavos de su propio egoísmo, deseo de poder, posesión, dinero. Han olvidado quiénes son, sólo recuerdan lo que tienen. Nuestra tarea es llevarles el espíritu del Evangelio de Dios. No es una tarea fácil, pero no estamos solos. A nuestro lado está Aquel por el que clamamos a Dios: “¡Abba, Padre!”.

Martes 31 octubre 2023 XXX Semana del Tiempo Ordinario – Año A Rm 8,18-25; Sal 125; Lc 13,18-21

Todo jardinero sabe lo pequeño que es un grano de mostaza. Todas las mujeres que se dedican a la cocina saben que se necesita muy poca levadura para hacer una buena pizza o focaccia. Una pequeña “cosa” es capaz de transformar toda la realidad. Pero hay una condición: no se producirá por sí solo. Es necesario trabajar para ello. Hace falta compromiso, acción, colaboración humana. El jardinero tomó la semilla y la sembró, la cultivó, la regó… La mujer tomó la levadura y la puso en la harina, luego hizo una masa y la horneó. No se necesita una gran habilidad o una extraordinaria sabiduría para ser un discípulo-misionero, pero sí se necesita voluntad y compromiso. El Papa Francisco escribió: “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar… En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador” (EG 119-120). Todo bautizado tiene la tarea de ser testigo de Cristo. Debe recordar que todos los hombres y mujeres han sido creados “para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21). Lo único que hace falta de nuestra parte es un poco de voluntad y compromiso por la misión de la Iglesia, y el Señor completará el resto con su gracia. Y el Reino de Dios crecerá como un gran arbusto de mostaza.

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